Un popular relato de la noche de los difuntos
En esta ocasión, en el blog de Funerarias Noega y el Tanatorio Jardín El Lauredal os dejamos una leyenda muy popular en Asturias.
Una de las características de toda leyenda, por muy terrorífica que pueda parecer a priori, es la de servir de elemento de unión y procurar una narración que exorcice de alguna manera los temores ancestrales de la humanidad.
Una de estas tradicionales leyendas, buen boceto del imaginario popular de los pueblos del norte y que, hoy día, sigue viva en la población asturiana es, sin lugar a dudas, la de la Güestia.
La historia de estas almas en pena es recordada cada Noche de Difuntos por los niños (a los que actualmente todavía se les narra en reuniones familiares y colegios), por los jóvenes y también por los adultos y mayores que han preservado y transmitido por generaciones un relato, cuyo origen sobrevive como rescoldo cultural de antiguas tradiciones medievales y paganas. Como no podía ser de otra manera, la ciudad de Gijón tiene muy presente esta tradición funeraria y a sus protagonistas en los acontecimientos que se organizan con motivo de esta celebración.
La aterradora visión de las almas en pena
El nombre de Güestia o Hueste deriva del latín hostis antiquus, uno de los muchos nombres que recibe El Diablo.
La Güestia (Asturias), también conocida como Huóstica (entre los Vaqueiros de Alzada en Tineo), Güéstica, Güéstiga, la Güestia Caliera (en Zorrina y Salas), Huestia (comparable con el castellano «hueste»), Buena Gente o Santa Compaña (en Galicia) es un mito de probable raíz celta muy difundidas por el norte de España (según Menéndez Pelayo) y consiste en un grupo de espíritus de gente fallecida que caminan en procesión, supuestamente, para conseguir el auxilio o la liberación de sus almas atrapadas y alcanzar el eterno descanso, en ocasiones, exigiendo el cumplimiento de ciertas promesas a fin de liberarse o la expiación de alguna falta en el mismo lugar en el que esta fue cometida.
La Güestia suele estar formada por un grupo ocho ánimas que caminan en grupos de a dos, con un líder que la encabeza y que sale de los cementerios en busca de mortales que sumar a su conjunto caminando o, en algunas ocasiones, subidas en el denominado Carru de la muerte.
La visión de esta marcha fúnebre aterra a aquél que la presencia, pues la creencia popular afirma que, toparse con ellas, es presagio anticipado del fallecimiento del observador.
Esta lúgubre compaña suele acompañar su paseo con el ruido de sus canticos, de cadenas, de algunas campanillas que hacen sonar de cuando en cuando y de sus gélidos lamentos. No se escuchan pisadas, pues estos espectros, se transportan levitando ligeramente por encima del suelo.
Según la creencia popular recitan en un murmullo los siguientes versos: “Anda de día que la noche es mía” o «Condo tábamos vivos andábamos a estos figos, ahora que tamos mourtos, andamos por estos gourtos» como una clara advertencia de su peligroso cariz.
La leyenda las describe generalmente como un grupo normalmente ataviado de la misma manera: sudario blanco con capucha que oculta el rostro y, entre sus manos, un foco de luz que proviene de las velas encendidas que portan para alumbrarse, pero que, en realidad, son los huesos de otras personas muertas envueltos en tétricas llamas.
Las almas en pena buscan a los vivos vagando incansablemente para purgarse y encontrar su descanso eterno. Es comprensible, por tanto que, en Asturias, como en otras zonas del norte de España, la simple idea de toparse con la Güestia sea símbolo de mal augurio y de muerte. En Cudillero, por ejemplo, existe la superstición de no salir a pescar el Día de Difuntos, pues se cree que únicamente se recogerán huesos de muertos en lugar de peces.
Únicamente, unos pocos privilegiados conocidos como «Los Vedorios» pueden verla pasar sin morir y pronosticar la muerte de algún otro vecino. Este poder de «Los Vedorios» es, según la tradición, hereditario o adquirido durante el bautismo cuando este sacramente es recibido con un óleo de ungir a los muertos o cuando el cura porta la estola negra del Jueves Santo. Si bien es cierto que, sin llegar a verla, algunas personas especialmente sensibles pueden llegar a presentir su presencia que les llega en forma de escalofrío o, en algunos casos, distinguir a lo lejos la luz de las velas encendidas que porta la procesión, similares a fuegos fatuos flotando en mitad de la noche.
La muerte viene de visita
Se cuenta que la Güestia suele visitar los hogares en los que viven los enfermos de gravedad y que, al terminar de rodear dicha casa tres veces la persona enferma termina por agonizar, consiguiendo el terrorífico y espectral grupo de esta manera, ampliar su cortejo.
En uno de los muchos relatos del escritor y folclorista asturiano Aurelio del Llano (1922) sobre La Güestia se puede leer:
» Había en un pueblo un vecino que veía a las ánimas salir del cementerio en procesión y entrar en la casa en donde había una persona enferma. Esto era señal de que aquella persona se moriría pronto. Una noche iba el vecino por un prado con su mujer y vio venir en dirección a ellos la procesión de ánimas dirigida por una mandona. Esta al pasar junto al matrimonio sopló y tiró a la mujer al suelo. La cual dijo: ¡Jesús caí! Y el marido le replicó: ¿No te dije que te esviaras *, que pasaban las ánimas en procesión para casa de fulano que está enfermo? «.
Entre las supersticiones que acompañan a esta leyenda se dice que, esta Santa Compaña se puede corporizar en animal o en piedra, por lo que no es conveniente darles patadas a los guijarros del camino. Asimismo, también se narra que los perros con sus ladridos anuncian su presencia y con ella la de la muerte, o que son las campanas de la iglesia las que auguran un trágico final cuando suenan solas.
También cuentan que se pueden esconder tras puertas y ventanas, por lo que no es conveniente, cerrarlas de un portazo. O, que el canto de algunas aves, como la coruxa, el cárabu o el cuervo, son evidencias de su presencia y de una próxima muerte.
Protegerse de la Güestia
Según marca la tradición para protegerse de la Güestia, en caso de toparse con ella por el camino, existen varias maneras:
La primera es dibujar en el suelo el Círculo de Salomón (un círculo con una estrella de seis puntas en su interior o una cruz en su defecto) e introducirse dentro.
En otra versión más exigente se señala que, además de meterse dentro del círculo, la persona debe procurar tener los ojos cerrados todo el tiempo, evitando la mirada directa de los espectros.
También se cuenta que otra forma de la Güestia es causar el caos entre las ánimas arrojando un gato negro en medio de la procesión, lo que según parece las haría regresar al cementerio sin cumplir su cometido.
En San Juan de Beleño, la manera de defenderse de la Güestia es sujetarse a una cría de vaca macho (xiatu).
De igual forma, si no se dispone de tiempo para dibujar el círculo y no se tiene un gato negro o un ternero a mano, queda una posibilidad: la de extender ambos brazos hacia la comitiva realizando con ambas manos el símbolo de los cuernos o, la señal manual de la figa o la higa, es decir, cerrando por completo el puño y pasando el pulgar de la propia mano entre los dedos índice y corazón; un gesto de protección mágica habitual en el imaginario asturiano que, en la bisutería es generalmente tallado en azabache y conocido como el puñín.
Los vaqueros, por su parte, suelen ser precavidos, encendiendo velas en las ventanas de la casa para que las almas de los muertos vean y no se desvíen de su camino.
Y si la protección falla…
En aquellos casos en los que la persona que se encuentra con la Güestia no haya manera de protección, la leyenda afirma que esta pasa a encabezar la romería de ánimas portando una cruz y condenado a vagar con ellas sin comer ni beber hasta que la muerte le conceda definitivamente el funesto puesto. Siendo su única esperanza para abandonar la tortuosa peregrinación, la de ser sustituido por otro u otra infeliz que le sustituya.
Temores humanos universales
En Funerarias Noega sabemos bien que, leyendas como la de la Güestia dan cuenta del temor a la muerte por parte del ser humano y su figura se repite en distintos lugares con similares características, aunque diferentes nombres: La Pantalla Castilla y León, La Estadea en Zamora o el Cortejo de Gente de Muerte en la sierra de Las Hurdes, Extremadura.
Pero, de alguna forma, como anticipábamos, también consiguen pervivir a lo largo del tiempo y las distintas culturas y servir con ello de nexo entre generaciones y personas.
*Quitarse de en medio, apartarse.