En Funerarias Noega (Gijón), nuestro principal objetivo es aportar un servicio funerario de calidad a la sociedad asturiana en unas excelentes instalaciones como son las de nuestro Tanatorio Jardín El Lauredal, haciendo que todas las familias cuenten con el mejor soporte, a fin de poder superar un momento tan difícil, como es el inmediato a la pérdida de un ser querido, sin tener que preocuparse por llevar a cabo toda la gestión y trámites que supone un funeral.

En este sentido, nuestro equipo de profesionales, con amplia experiencia en el sector, atiende a las familias de forma personalizada y, siempre desde el mayor respeto, cercanía y comprensión, intentando que el trance de la pérdida resulte más sencillo y que esa despedida pueda producirse en un clima confortable y sereno.

Cuando la pérdida de un ser querido resulta traumática

Cuando alguien cercano a nosotros fallece, inevitablemente debemos adaptarnos a una nueva realidad en la que esa persona ya no estará presente. El duelo es ese proceso de ajuste emocional, natural y necesario, frente a una pérdida significativa. Este proceso psicológico de aceptación de una nueva realidad es siempre diferente en cada persona y dependerá de muchos factores, como el tipo de pérdida, las circunstancias de esta y la psicología del individuo que enfrenta el duelo.

En algunos casos, este proceso natural de readaptación puede verse detenido o bloqueado por distintos motivos, o producirse de forma especialmente traumática, conflictiva y problemática. Es cuando hablamos de duelo patológico o duelo complicado.

En general, el proceso de duelo es patológico cuando:

  • Los síntomas de este son graves e inusuales (tristeza persistente, no aceptación, ideas delirantes, alucinaciones, ideación suicida, psicosomatización, pensamientos intrusivos, etc.)
  • Estos síntomas se prolongan en el tiempo por más de un año.

El proceso normal de duelo

Como hemos señalado, el duelo es un proceso que aparece como una reacción adaptativa frente a la pérdida de un ser querido, aunque también puede surgir a raíz de cualquier tipo de ruptura de algún vínculo.

Este proceso da lugar a una serie de manifestaciones sociales, físicas, psicológicas y emocionales, así como al despliegue de diferentes recursos psicológicos que ayuden a la persona a sobreponerse a dicha ausencia o pérdida.

Una misma persona puede tener una reacción completamente distinta frente a las diferentes pérdidas que experimente a lo largo de su vida, puesto que todos los vínculos que establecemos tienen características únicas.

En cualquier caso, no debemos olvidar que el duelo es un proceso psicológico completamente normal. Y, en ese sentido, las manifestaciones de dolor o tristeza entran completamente dentro de lo esperable en dicha situación. También otras emociones, como la ansiedad o la incertidumbre. A veces puede experimentarse cierta tendencia al aislamiento, desánimo frente a la vida social o laboral e, inclusive, cierto sentimiento de culpabilidad.

En función de las circunstancias del duelo, la intensidad de esta sintomatología será variable, aunque lo habitual es que, si la persona que sufre la pérdida dispone de las herramientas que le permitan gestionar la misma de forma positiva, los síntomas vayan remitiendo en torno a los seis meses/ un año y de manera progresiva.

Las fases del proceso de duelo

Podemos dividir el proceso de duelo en varias etapas:

  • Negación: Por norma general, en los primeros momentos, la persona pasa por una etapa en la que es incapaz de aceptar la pérdida.
  • Ira: Esta etapa se caracteriza por emociones como el enfado o la sensación de injusticia.
  • Negociación: se vuelve poco a poco a conectar con la realidad, al tiempo que se buscan opciones que puedan revertir la realidad. La persona se debate entre la aceptación y la resistencia.
  • Tristeza: conforme avanza el tiempo, la persona va asumiendo su dolor. Esta etapa se caracteriza por dar paso a la tristeza y a la pena.
  • Aceptación: Se produce una reincorporación progresiva a la “normalidad”. La persona va asumiendo la nueva situación y, si bien puede seguir recordando a su ser querido, comienza a encontrar la calma.

El duelo patológico

Aunque emociones como la tristeza, el aislamiento o la culpabilidad pueden aparecer durante un duelo “normal” como parte natural del reajuste psicológico que implica dicho trance, en determinadas ocasiones, esas reacciones pueden transformarse en un “cuadro clínico”. Es decir, pueden dar lugar a un trastorno psico-patológico, cuando la persona no es capaz de gestionar eficientemente las estrategias de afrontamiento frente a dicha circunstancia, experimentando un sufrimiento que no es capaz de sobrellevar y que puede terminar generándole distintas afecciones de importancia como, por ejemplo, una depresión clínica.

Sintomatología en el duelo patológico

La sintomatología durante un duelo patológico incluye los mismos síntomas que pueden aparecer durante un proceso de duelo normal, pero con mayor intensidad y duración, además de algunos otros síntomas de gravedad.

Especialmente cuando los síntomas no mejoran o se intensifican y la persona continúa inmersa en la etapa de dolor emocional una vez transcurrido un año del suceso, podemos hablar de duelo patológico. Y, en estos casos, suele ser recomendable buscar ayuda externa a fin de facilitar a la persona su readaptación a la vida cotidiana y la superación del trauma.

El duelo patológico, entre otras cosas, puede limitar gravemente el funcionamiento normal de la persona, así como producir en ella alucinaciones, pensamientos suicidas o determinadas conductas claramente desadaptativas.

Además, entre los síntomas habituales en el duelo traumático podemos destacar:

  • Tristeza intensa y depresión.
  • Acentuado sentimiento de culpabilidad y autorreproches.
  • Irritabilidad y agresividad.
  • Trastornos del sueño y del apetito.
  • Fatiga crónica.
  • Aislamiento social y falta de cuidado personal.
  • Hipocondría.
  • Sentimiento de desesperanza.
  • Pensamientos obsesivos relacionados con la muerte.
  • Síntomas físicos como cefaleas, dolores musculares, etc.
  • Ideación suicida.

Otros factores para tener en cuenta

Además, en la duración del proceso de duelo o la intensidad de los síntomas, existen algunos factores que pueden hacer más complicada la evolución positiva de dicho proceso, tales como la personalidad previa de la persona que enfrenta la pérdida, sus circunstancias vitales (red de apoyo), el vínculo que mantenía con la persona fallecida o de qué forma se ha producido la pérdida.

Con relación a esto, cuando el vínculo ha sido muy estrecho, la muerte suele tener un mayor impacto. De la misma manera, cuando el fallecimiento de la persona es sorpresivo, existen más posibilidades de que se produzca un shock en las personas cercanas y que la adaptación a esa ausencia sea mucho más complicada. Las muertes súbitas, los accidentes o catástrofes, los fallecimientos múltiples, los suicidios u otros decesos en circunstancias especialmente delicadas resultan más susceptibles de derivar en un proceso de duelo complejo y puede ser necesario contar con ayuda psicológica y emocional extra.

También el apoyo familiar y social es un elemento clave a la hora de poder hacer una readaptación a la realidad tras la pérdida. Una red de apoyo emocional fuerte será fundamental para facilitar soporte a la persona.

Cuando el duelo se complica, un seguimiento psicológico de la persona y una labor de acompañamiento que facilite la gestión de la pérdida son básicos para superar la situación.