El árbol de la eternidad
El Taxus baccata, Tejo común o Tejo negro es la especie de árbol más perdurable de Europa. Su crecimiento es lento y posee una longevidad que puede llegar a alcanzar los 5000 años. De hecho, dicha planta gimnosperma de la familia de las Taxáceas es la única superviviente de este grupo de floras muy comunes durante el Jurásico.
Esta conífera crece de forma natural en zonas montañosas. Se trata de un árbol de hoja perenne que no suele alcanzar una gran altura (entre 15 y 20 metros), pero cuyo tronco destaca por su considerable grosor.
Posee una copa densa que se ramifica desde poca altura y sus hojas, de tonalidad verde oscuro (más claras en su envés) están dispuestas en hileras que se agrupan en espiral sobre las ramas.
El tejo es una especie protegida en prácticamente toda Europa y cuya madera, dura, elástica y resistente a las plagas fue muy empleada durante la antigüedad y especialmente durante la Edad Media para fabricar arcos, flechas y ballestas y, en general, muy apreciada en labores de ebanistería.
Parte del paisaje asturiano
Esta especie crece abundantemente en la zona de Asturias, Cantabria, Galicia, Sistema Central, Sistema Ibérico y Pirineos. Y, a pesar de su apariencia discreta, el texu, en Asturias, se ha convertido en un elemento completamente integrado en sus paisajes
(además de ampliamente representado en el arte prerrománico asturiano de distintas maneras). Tanto es así que, algunos de sus ejemplares se han convertido en verdaderos monumentos naturales. Es el caso, por ejemplo, del tejo de Santa Coloma, probablemente, uno de los tejos más longevos de Asturias, con más de 1.000 años de
antigüedad. Está ubicado junto a la iglesia románica de Santa Coloma que fue reconstruida en 1785 sobre los restos de otra iglesia del siglo XIV, o el tejo de Salas, otro árbol que atrae al turismo por su belleza y que destaca en el paraje junto iglesia parroquial de San Martín, en el cementerio de esta localidad, con sus más de 16 metros de altura.
También son destacables los tejos de Bermiego y Santibáñez de la Fuente. El primero crece junto a la iglesia de Santa María en Bermiego (Quirós) y es uno de los Monumentos Naturales más importantes del Principado, considerado el tejo más antiguo de Asturias y uno de los más ancianos de toda Europa. El de Santibáñez
de la Fuente, por su parte, se ubica junto a la iglesia de San Juan del Riomiera, una iglesia románica construida entre los siglos XII y XIII.
Y es que, esta conífera, se puede encontrar tanto junto a las iglesias o en muchos de los cementerios asturianos, como en lugares más inaccesibles de las montañas como por ejemplo la sierra del Sueve, un bosque de los más antiguos del continente con la mayor concentración de tejos de Europa: más de 8.000 tejos en una superficie de 80 hectáreas.
Un árbol de mil caras
Como hemos comentado, el texu, pertenece a la familia de la Taxáceas. Su nombre deriva muy posiblemente del griego toxon, cuyo significado es “arco o flecha” o de toxikon que significa “veneno”, “tóxico”, por su toxicidad. Tiene una pequeña flor de color verde que produce un fruto rojo: “arilo”, la única parte del árbol que no es venenosa (aunque la semilla que contiene sí es tóxica). Su veneno está formado básicamente por alcaloides tóxico denominados taxina.
El texu y su relación con la muerte
En el norte de España eran frecuentes los suicidios con veneno de tejo. Es bastante conocida la leyenda del suicidio de los cántabros refugiados en el Mons Medullios para evitar ser esclavizados por Roma mediante la ingestión de tejo. Pero también los astures lo eligieron como método de autoinmolación para no rendirse frente a sus enemigos, al igual que galaicos o vettones.
Asimismo, sus principios activos, eran empleados para provocar el aborto, aunque en dosis altas podía llevar a un desenlace fatal también para la mujer que lo ingería.
El tejo ha sido conocido como “árbol de la muerte” desde la antigüedad remota, no únicamente por su ubicación en cementerios, por su sombra o sus frutos nocivos, sino también por su madera. Con ella se fabricaron los arcos encargados de lanzar la muerte desde la distancia y las flechas que los guerreros astures fabricaban y ungían a
su vez con su líquido tóxico para infringir el mayor daño al enemigo en la batalla.
Árbol sanador: un símbolo de vida
Paradójicamente este contradictorio árbol también es conocido como “árbol de la vida” por sus propiedades médicas y curativas. De hecho, el Taxol (un medicamento fabricado a partir de sus principios activos) es uno de los antitumorales más potentes y empleados a nivel mundial pues, entre otras cosas, inhibe la división celular impidiendo la mitosis y con ello la proliferación de los cánceres. Su efectividad ha
sido completamente probada en más de 14 tipos diferentes de cáncer.
No debe extrañarnos tampoco que, este árbol haya sido relacionado con la vida eterna puesto que, además, es capaz de resurgir de sí mismo y crece de arriba hacia abajo ya que sus raíces son las que generan un nuevo tronco mientras el que tiene se seca y se
desprende, motivo por el cual, el tejo ha sido transformado en mito y leyenda de fertilidad y auto-regeneración.
Otro dato curioso al respecto de este árbol es que puede llegar a cambiar de sexo cuando las condiciones climáticas ponen en riesgo su supervivencia.
El carácter mágico del tejo: tradición, creencias y cultos alrededor de este árbol milenario
La leyenda acompaña al tejo casi desde el origen de los tiempos.
Era un árbol sagrado para los celtas: sus druidas empleaban unos bastones mágicos confeccionados con sus ramas para averiguar el futuro.
Los celtas conocían bien las propiedades de este árbol: cuyas sustancias eran, a un tiempo, un veneno mortal y, por otro, un remedio curativo eficaz. Convirtiéndolo así ya para ellos en símbolo sagrado de los ciclos de la vida y de la muerte.
Un árbol venerado también por los astures que rendían culto a los antiguos dioses célticos y, alrededor de los tejos, celebraban sus reuniones tribales y también reverenciado por el resto de habitantes del norte de la península.
Estas reuniones y asambleas celebradas al pie de los tejos fueron centrales en las comunidades, tanto a la hora de oficiar rituales u otros acontecimientos importantes, como para la administración de la justicia.
El ambivalente texu
Este árbol es, por tanto, todo un símbolo de la ambivalencia de la vida y la muerte. Venerado por los celtas y empleado en sus ritos, su enorme longevidad le hacía aparentar inmortal y le confería un carácter sagrado que, posteriormente, se incorpora al cristianismo y a su propia idiosincrasia como símbolo de la eternidad, de la vida eterna y de la trascendencia de la muerte.
El proceso de cristianización de Asturias comenzó a mediados del siglo VI, con los evangelizadores eremitas predicando la doctrina cristiana entre los lugareños.
Esta nueva religión, a pesar de ser tolerada, se abrió paso de forma muy lenta y, en ese proceso, las antiguas divinidades no llegaron a caer en el olvido.
Este es el motivo por el que, en Asturias, es tan frecuente encontrarlo junto a ermitas, iglesias y cementerios. En este sentido y, siguiendo con la tradición, Funerarias Noega se decidió a adoptar el nombre del Texu en una de sus salas más representativas, ubicada en la segunda planta de su Tanatorio Jardín El Lauredal, en Gijón.
El tejo también ha sido nombrado frecuentemente en la literatura clásica. El filósofo y botánico griego Teofrasto fue uno de los primeros en dejar referencias documentadas de su toxicidad, también se conservan reseñas de este árbol por parte de otras figuras ilustres como Galeno: el reconocido investigador médico de la Edad Antigua, Estrabón,
Dioscórides o el afamado Julio César.
Los tejos eran también conocidos en los aquelarres de meigas y bruxas.
En algunos lugares, los ramos de tejo eran bendecidos el Domingo de Ramos en la iglesia. Igualmente se empleó como adorno navideño y ya forma parte de nuestra cultura en dichos tan populares como la conocida expresión “tirar los tejos”, un enunciado cuyo origen parece encontrarse en las tradicionales romerías, cuando las muchachas, al salir de la iglesia, lanzaban a los hombres los frutos o las ramitas de
tejo con la intención de mostrarles el interés que tenían en ellos.
Como curiosidad, en los países nórdicos, la misma expresión “tirar los tejos” también hace alusión a una profecía amorosa que se obtenía lanzando sus frutos en el interior de unas cazoletas fabricadas para tal fin con madera de tejo.
Otras costumbres astures y los texus
En lugares como Insierto (Mieres), Villamar (Salas), Bermiego y Pondrovella (Quiros), Tiñana (Siero), La Rebollada (Allande), Cenero (Xixón), Valle (Ribesella), El Condau (Llaviana), etc, el texu durante décadas se ha venido usando como ‘conceyu de vecinos’, el lugar de reunión al que eran convocados mediante el toque de la campana de la iglesia o con el toque del cuerno tradicional.
Actualmente, el teixu, sigue formando parte de algunos rituales populares, como el que tiene lugar en el Santuario de virgen de la Cabeza en Sieru, cuando al salir de la misa de Pentecostés, los romeros recogen del árbol que se encuentra ubicado junto a la iglesia una de sus ramitas, pues se le otorgan poderes curativos y se considera una gran protección contra cualquier mal de cabeza.
En Llugás, Villaviciosa, hasta hace algunos años, el cura celebraba la misa subido al teixu de la iglesia, como siglos antes, los druidas, oficiaran sus ceremonias.
Otra costumbre todavía vigente es la que tiene lugar en el Santuario de la Virgen de la Braña, situado en el concejo de El Franco, en el occidente asturiano, cuya fiesta tiene lugar el día 15 de agosto y durante la cual, los vecinos recogen ramitas de teixu y las adornan con cintas de colores para tener buena suerte.
En resumidas cuentas, este hermoso árbol es un símbolo en Asturias que, a causa de su preciada madera, ha ido desapareciendo poco a poco en comarcas enteras.
Una especie protegida que debemos seguir conservando y cuidando como parte de nuestro patrimonio.
Un árbol cargado de misterio y significados, temido y venerado a partes iguales, alrededor del cual, las leyendas se entremezclan con las celebraciones, los bailes y reuniones sociales. El árbol que despide a aquellos que se marchan y que devuelve la salud a los enfermos.